viernes, 30 de abril de 2010

PRUNO (prunus cerasus / prunus triloba)



Tengo en mi jardín dos prunos, uno es un ciruelo de flor, tuvo el honor de ser lo primero que planté con infinito mimo en mi jardín, sin embargo, por su porte más bien parece que lo plantara ayer mismo. Es un ciruelo raquítico, que el año pasado dio más ciruelas de las que sus enclenques ramas pueden soportar. Para evitar su sufrimiento arranqué y tiré todas las ciruelas antes de comprobar con la última que la amargura de años anteriores se había transformado en dulzura extrema… Ahora mismo está plagado de flores, quien sabe, quizá haga mermelada y todo, al menos esta vez probaré la primera.

El otro es un cerezo o guindo (el de la foto), no sé muy bien, según la bondad del paladar del que pruebe su fruto. Este es mucho más joven que aquel y sin embargo por su porte parece que le triplica en edad. Además este tiene el privilegio de ser el único ejemplar de mi jardín con mote, es “el güito”, supongo que no hace falta explicar su procedencia…

La clave sobre su desarrollo se encuentra en el lugar que elegí para plantarlos, ambos en el mejor sitio de sendas praderas, el primero en ligera pendiente, pero con base superficial de roca granítica e infranqueable que forma el subsuelo de la parcela, y el segundo, en una pradera explanada sobre los cascotes de obra que no tuve fuerzas de llevar yo sola al vertedero, donde sus raíces juegan caprichosas entre los huecos libres que quedan entre cascotes, persianas, zapatos viejos y hasta ruedas de bicicleta (que hay que ver qué cosas tan raras que abandonan los albañiles en el transcurso de una obra).

Cuando los observo, me hacen reflexionar sobre las elecciones cruciales que hay que tomar en la vida y la importancia real de los principios.

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Cerasus

Tras horas de insomnio, me ducho y me visto sin mirarme al espejo. Desayuno café, tostadas y un recuerdo.

Trabajo y ahogo el recuerdo que intenta brotar como el agua en su nacimiento. Evito el encuentro.

De regreso, observo en el parque a una madre que mece a su hijo. Para él es sólo un juego.

A oscuras no hay latidos que dicen que sigo existiendo.

Y así me duermo.


Como pasos de un péndulo que marcan mis días, la mermelada, la fuente, el columpio, el silencio, otro capítulo. Un tormento.


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Triloba

Ignacio Pérez de la Fuente vivió con su madre hasta el mismo día que la encerró en un armario, a la espera de que la encontrara la muerte antes que nadie.

Durante veintiséis años escuchó los reproches y amarguras de la mujer que le dio la vida un día y odio todos los demás, como pago por el abandono de su padre, un ex legionario que nadie recordaba si enloqueció a consecuencia de su unión con aquella mujer, o ya antes venía tocado.
Aquel hombre dejó a Ignacio pocos recuerdos y dos jaulas, una con un canario que al poco tiempo murió dejando su columpio vacío, y otra mayor, el bajo interior de la calle Postas nº 8, la portería que desde el día que se fuera para siempre, regentó su mujer, no con escoba de palma sino con cepillo de raíces.

Cuando la tarde del 29 de Abril, Ignacio volvió de su trabajo de bedel en la tercera planta del Ministerio de la Vivienda, encontró a su madre subida a la escalera tratando de bajar la vieja maleta que se encontraba en el altillo desde el día en que su dueña entró en aquella casa del brazo de su reciente esposo. Le estaba contando, desde el peldaño más alto, su intención de regresar por unos días al pueblo para ahogar las oscuras intenciones de heredar que adivinaba en las líneas no escritas de la carta que recibió de su hermana, cuando perdió el equilibrio y cayó en mala postura.
Tras comprobar un leve latido en su cuello, Ignacio subió a la escalera, bajó la maleta y retiró la escalera para introducir en el armario a su madre. Mientras cerraba la puerta pensó que sólo pasaba una página más de uno de los libros que amenizaban las eternas horas de trabajo. Otro capítulo.

A la mañana siguiente, cuando hubo disfrutado como nunca antes del silencio de esa casa, llamó al Ministerio para avisar de su obligada ausencia, salió con la maleta y cruzó la calle para entrar en la pastelería Mallorquina a desayunar un trozo de aquella tarta de merengue y mermelada de ciruelas que se le había negado desde niño.


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Los relatos corresponden al juego de creatividad de Felizonia.
Palabras clave: Fuente, mermelada, columpio, silencio y capítulo.

viernes, 23 de abril de 2010

ROSA (¿rosae?)

¡Feliz Sant Jordi!. Muchos libros y muchas rosas a regalar.

Tengo en la mesilla cinco libros que ya no me llaman, me gritan... Yo no quiero ignorarlos, pero no tengo tiempo ni de respirar (lágrimas lastimeras de acompañamiento).

Y de las rosas... en Abril y las tengo sin podar, mañana será.

PD: Me prometo una nueva entrada cuando estén en flor.

viernes, 16 de abril de 2010

LILO (syringa vulgaris)


Ayer vi las primeras lilas de la temporada, así que mi nacimiento como blogera viene a coincidir con el inicio de la primavera. ¡Qué cursi!.

Tengo dos jardines y a ambos los he tenido abandonados durante meses, de ahora en adelante pretendo enmendar mi falta, al menos hasta que vuelva el invierno.


De uno tengo una cuarta parte en propiedad, pero únicamente yo lo cultivo y cuido. Tiene 500 m2 y se encuentra a más de 800 metros de altitud, con clima continental esto supone que en invierno se congela y en verano se quema. Evitarlo supone un reto que durante once años me ha superado irremediablemente.

Por esto nuestra relación es dispar, a veces creo que me adora, las rosas crecen con alegría (aunque las malas hierbas con mucha más), y otras me siento odiada o al menos ignorada, los tulipanes crecen hasta el momento exacto en el que parece que van a brotar las flores y entonces se quedan mustios.

Hace cinco años planté un esqueje de lilo, durante tres años le vi crecer y alcanzar un tamaño considerable sin dar ni una sola flor en primavera, “es macho” me dijeron. Así que hace un par de años fui a un vivero y compré un lilo en flor con preciosas y aromáticas flores blancas para plantarlo junto a mi machote. Lo planté y desde entonces ninguno de los dos da flores. Es una de las muchas pistas que me hacen sospechar que mi jardín me hace pedorretas, y que no tengo suerte ni con los machos, ni con las hembras… ni con los lilos.

La semana pasada lo visité después de todo el invierno, y tuve la sensación que la vegetación, los objetos y los espacios que lo conforman se giraban con desprecio a mi paso. Algo así como lo que siente CR9 en campo contrario, menos mal que yo no entiendo su idioma. ¡Qué ingratos!, ¿qué se creen?, ¿que en estos meses yo he estado en un balneario?. El próximo día les haré el gesto de Ronaldo en Almería.


De mi otro jardín, que se encuentra en medio de la ciudad, sólo poseo una parte entre varios millones de su uso y disfrute, y eso es lo que hago con él, disfrutarlo. Intento visitarlo a diario, pero este año también el invierno me lo ha impedido, que queda mucho mejor que decir que estoy hecha una vaga.

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Mi trayectoria como jardinera me hace suponer que en este nuevo jardín en el que ahora me meto, también seré irregular y arrebatada. Tampoco me perdonaría a mi misma hacer agravios comparativos.


Las lilas de la foto son del año pasado, son francesas, y huelen tan bien porque quien me las regaló supo incluir su aroma en la foto (Miriam Herrero Iñiguez). Tienen un color intenso, seguramente por crecer a la sombra de los muros blancos más preciosos que se han levantado.

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Wikipedia: Las lilas florecen en las ramas viejas, y producen más flores si no se poda. De podarse, la planta responde produciendo ramas vegetativas (chupones) de alta velocidad de crecimiento sin flores, en un intento de restaurar las ramas removidas; una lila podada produce pocas o ninguna flor por uno a cinco o más años, antes que la maduración del nuevo renoval sea suficiente para comenzar a florecer. Las lilas no podadas florecen cada año.

O de la conveniencia de no hacer caso de habladurías.