viernes, 16 de abril de 2010

LILO (syringa vulgaris)


Ayer vi las primeras lilas de la temporada, así que mi nacimiento como blogera viene a coincidir con el inicio de la primavera. ¡Qué cursi!.

Tengo dos jardines y a ambos los he tenido abandonados durante meses, de ahora en adelante pretendo enmendar mi falta, al menos hasta que vuelva el invierno.


De uno tengo una cuarta parte en propiedad, pero únicamente yo lo cultivo y cuido. Tiene 500 m2 y se encuentra a más de 800 metros de altitud, con clima continental esto supone que en invierno se congela y en verano se quema. Evitarlo supone un reto que durante once años me ha superado irremediablemente.

Por esto nuestra relación es dispar, a veces creo que me adora, las rosas crecen con alegría (aunque las malas hierbas con mucha más), y otras me siento odiada o al menos ignorada, los tulipanes crecen hasta el momento exacto en el que parece que van a brotar las flores y entonces se quedan mustios.

Hace cinco años planté un esqueje de lilo, durante tres años le vi crecer y alcanzar un tamaño considerable sin dar ni una sola flor en primavera, “es macho” me dijeron. Así que hace un par de años fui a un vivero y compré un lilo en flor con preciosas y aromáticas flores blancas para plantarlo junto a mi machote. Lo planté y desde entonces ninguno de los dos da flores. Es una de las muchas pistas que me hacen sospechar que mi jardín me hace pedorretas, y que no tengo suerte ni con los machos, ni con las hembras… ni con los lilos.

La semana pasada lo visité después de todo el invierno, y tuve la sensación que la vegetación, los objetos y los espacios que lo conforman se giraban con desprecio a mi paso. Algo así como lo que siente CR9 en campo contrario, menos mal que yo no entiendo su idioma. ¡Qué ingratos!, ¿qué se creen?, ¿que en estos meses yo he estado en un balneario?. El próximo día les haré el gesto de Ronaldo en Almería.


De mi otro jardín, que se encuentra en medio de la ciudad, sólo poseo una parte entre varios millones de su uso y disfrute, y eso es lo que hago con él, disfrutarlo. Intento visitarlo a diario, pero este año también el invierno me lo ha impedido, que queda mucho mejor que decir que estoy hecha una vaga.

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Mi trayectoria como jardinera me hace suponer que en este nuevo jardín en el que ahora me meto, también seré irregular y arrebatada. Tampoco me perdonaría a mi misma hacer agravios comparativos.


Las lilas de la foto son del año pasado, son francesas, y huelen tan bien porque quien me las regaló supo incluir su aroma en la foto (Miriam Herrero Iñiguez). Tienen un color intenso, seguramente por crecer a la sombra de los muros blancos más preciosos que se han levantado.

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Wikipedia: Las lilas florecen en las ramas viejas, y producen más flores si no se poda. De podarse, la planta responde produciendo ramas vegetativas (chupones) de alta velocidad de crecimiento sin flores, en un intento de restaurar las ramas removidas; una lila podada produce pocas o ninguna flor por uno a cinco o más años, antes que la maduración del nuevo renoval sea suficiente para comenzar a florecer. Las lilas no podadas florecen cada año.

O de la conveniencia de no hacer caso de habladurías.

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