
Me gustan estos días de primavera frescos, en los que algunas con 18º C han decidido que es hora de despelotarse, y las veo por la calle con los brazos cruzados evitando el "fresquito" de la mañana, mientras yo voy tan agusto con mi chaquetita de punto (quizá ya deba decir rebeca) y el chaleco térmico bajo la cazadora de la moto. Claro, que también odio este y todos los días de primavera, que después de tanto desearlos en el crudo invierno, vienen y me producen un malestar general tal que hace decidirme por el verano como única estación soportable.
Todavía no hay fresas, pero la cosecha de este año será grande viendo la gran cantidad de flores que ya hay. Llegaremos lo menos a 25 gramos...
Todavía no hay fresas, pero la cosecha de este año será grande viendo la gran cantidad de flores que ya hay. Llegaremos lo menos a 25 gramos...
Las fresas silvestres de la foto, me las trajeron del monte, se encontraban bajo unos pinos y su sabor, me dijeron, era extremadamente dulce. Hoy al abrigo de las rocas y bajo los robles, que son mi orgullo y mi penitencia, son como las galletas chinas de las pelis o los bombones de Forrest, no sabes lo que te va a tocar, unas son amargas y otras ZAS te sorprenden con sabor a chicle de la infancia.
En otro lugar en una jardinera a pleno sol, tengo fresones, estás vinieron en maceta y su sabor es infinitamente mejor si lo pruebas en el momento exacto de arrancarla de la mata, porque si se deja para luego, ya no será lo mismo, perderá frescura, perderá toda su gracia y resultará insulsa.
Siempre valoré la espontaneidad y naturalidad como la mejor de las virtudes... Por supuesto, es algo de lo que carezco.