sábado, 29 de mayo de 2010

FRESA (fragaria)



Me gustan estos días de primavera frescos, en los que algunas con 18º C han decidido que es hora de despelotarse, y las veo por la calle con los brazos cruzados evitando el "fresquito" de la mañana, mientras yo voy tan agusto con mi chaquetita de punto (quizá ya deba decir rebeca) y el chaleco térmico bajo la cazadora de la moto. Claro, que también odio este y todos los días de primavera, que después de tanto desearlos en el crudo invierno, vienen y me producen un malestar general tal que hace decidirme por el verano como única estación soportable.

Todavía no hay fresas, pero la cosecha de este año será grande viendo la gran cantidad de flores que ya hay. Llegaremos lo menos a 25 gramos...
Las fresas silvestres de la foto, me las trajeron del monte, se encontraban bajo unos pinos y su sabor, me dijeron, era extremadamente dulce. Hoy al abrigo de las rocas y bajo los robles, que son mi orgullo y mi penitencia, son como las galletas chinas de las pelis o los bombones de Forrest, no sabes lo que te va a tocar, unas son amargas y otras ZAS te sorprenden con sabor a chicle de la infancia.
En otro lugar en una jardinera a pleno sol, tengo fresones, estás vinieron en maceta y su sabor es infinitamente mejor si lo pruebas en el momento exacto de arrancarla de la mata, porque si se deja para luego, ya no será lo mismo, perderá frescura, perderá toda su gracia y resultará insulsa.
Siempre valoré la espontaneidad y naturalidad como la mejor de las virtudes... Por supuesto, es algo de lo que carezco.

viernes, 7 de mayo de 2010

PLÁTANO (platanus hispanica)



El plátano de sombra crece rápido, fuerte y proporciona una sombra tan agradecida que le acompaña a su nombre común (plátano de sombra), por eso los urbanistas y concejales abusan de él. Y es el causante de esta alergia insoportable que me hace recordar que, después de todo, la primavera no es tan maravillosa como me parece en pleno invierno.

Ayer paseando por el Retiro, a lo largo de uno de los caminos que te devuelven al paseo de coches, lleno de plátanos en pleno proceso de polinización (no por masoquismo, sino por necesidad de ver La Rosaleda), en rigurosa fila india había un regero de montones de hojas y flores caidas. Estaban ordenándolos para luego recogerlos dos operarios del parque, y recordé las largas horas que le eché esta semana a recoger las hojas caidas de los robles durante todo el invierno (es un mito que las hojas se caen en otoño, lo juro) y de lo engañada que me tenía la literatura romántica con respecto a los cuidados que requiere un jardín.
En esas novelas inglesas en la que la protagonista siembra con amor Petunias y te la imaginas de rodillas sobre una mullida moqueta de musgo, con bonitos guantes floreados y herramientas casi de juguete, nunca te cuentan que paga cada mes a un par de maromos que le hacen el trabajo sucio... o que posee callos en manos y rodillas...

mmmmmmm... voy a ver que se cuentan la páginas amarillas.